miércoles, agosto 30, 2006

EDUARDO, UN CORAZON QUE HA DEJADO DE LATIR.


UN CORAZON QUE DEJA DE LATIR.

El corazón del tío ha dejado de latir, sus ojos deciden no volver a abrirse, es otro de los nuestros que la vida le obliga a renunciar a continuar en esta dimensión.
Con su adios, se agolpan los recuerdos. En mi imaginación aparece aquella casona de antaño del Divino Salvador, creo percibir el aroma en cada una de sus estancias y con el impacto, desentierro a mis padres, a mis abuelos, los tíos abuelos, y gravada por siempre la humilde servidora -del mismo nombre de la abuela-, con la que jugué y rece en su pequeña habitación atiborrada de santos. Veo a mis tíos, jóvenes unos, niños otros, jugando también la vida que les tocó jugar. Me recuerdo yo, viviendo épocas tristes en aquel lugar donde sin duda tuve frio, superado un instante, con el calor de unos brazos adultos, que me abrasaron una vez, y de ahí en adelante solo sus ojos, que, se fijaron en mi con desden y con jactancia.
Años de oscuridad y miedo, de soledad y necesidad, en que quizas él era la efigie en la que en mi infancia reparé como posible figura paterna que anhelaba, y por lo mismo le imite, con tanto éxito que también le sobrepase en humildad y elegancia.
Hoy frente a ese suceso, he dejado escapar solo una lágrima por mi pesar, dolor y coraje, resultado de unas memorias que parecen no querer desvanecerse jamás.
Desconociendo en un todo lo que vivió y sintió en vida, espero pueda acomodarse placidamente en la temida eternidad, con la humildad necesaria, ojala cerca de Dios y con las almas amigas; como la de mis padres; con las cuales poder gozar del amor incondicional y eterno
Pieschacón Celis Bogotá, 11 agosto 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por acordarse de Eduardo. Estamos muy agradecidos con ustedes, por acudir y sumarse a nuestro dolor.